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Armenta y Rivera: arraigo y liderazgo, factores de triunfo

Nada personal/Pablo Ruiz Meza

Con los priistas conversos en Morena y con partidos familiares bonsai como el PRD y PSI como aliados, el Partido Acción Nacional (PAN) transita prácticamente solitario en las elecciones locales.

A diferencia de las campañas municipales que son más dinámica por la cercanía del electorado y los contendientes, las de gobernador son más distantes entre los abanderados y los votantes.

El arraigo de los candidatos a la gubernatura es un factor de pertenencia importante por el impacto entre el electorado, y es un ingrediente relevante.

El expriista y ahora abanderado de Morena a la gubernatura por la coalición “Seguimos Haciendo Historia”, Alejandro Armenta Mier, empezó su campaña en Izúcar de Matamoros, su lugar de nacimiento.

Se trata del banderazo a la campaña de donde es oriundo, no necesariamente de arraigo porque, pero ese hecho le agrega un ingrediente de pertenencia, que se suma al de liderazgo en Acatzingo donde fue alcalde por el PRI cuando tenía los 23 años.

No hay mayor carga de chovinismo entre electorado por el hecho de que el otro candidato, el panista Eduardo Rivera Pérez, quien es originario de Toluca, Estado de México, pero con un liderazgo que lo ha colocado en dos ocasiones como alcalde en la ciudad capital.

La esposa del candidato opositor y candidata de la primera fórmula al Senado, Liliana Ortiz, es poblana como los son los hijos de ambos, pero más allá del arraigo, el ingrediente de la pertenencia es importante para el ánimo de los votantes.

Para una contienda tan reñida como la actual por la gubernatura, no es suficiente el liderazgo como gobernante porque el arraigo para ganar la titularidad del Poder Ejecutivo estatal es importante el arraigo con los habitantes de las respectivas regiones del estado.

Gobernantes municipales como Rivera Pérez se quedó con el viejo esquema político de “ciudad-estado”, con la influencia en los municipios metropolitanos, y después de este territorio, el resto de la entidad era de interés secundario.

Ha sido el otrora Partido Revolucionario Institucional quien entendió la relevancia del llamado voto “verde”, aquel relacionado a los votantes de las zonas rurales, principalmente agropecuarias del estado, que en varias contiendas inclinó la balanza en las elecciones locales y federales.

En el viejo PRI, que gobernó por más de 80 años el estado, se notaba en los ánimos del electorado poblano cuando el abanderado por la gubernatura por el “dedazo” presidencial era poblano con arraigo, a los advenedizos que les inventaban oriundez y hasta domicilios en municipios.

Los casos más sonados en la historia reciente de la política poblana fueron las imposiciones por el dedazo presidencial de los candidatos a la gubernatura Mariano Piña Olaya y Manuel Bartlett Díaz.

Desarraigado del estado, Piña Olaya fue impuesto como gobernador en la era del “partido único” del entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado; un sexenio de las expropiaciones de bienes inmuebles históricos para fines particulares, y de persecución a lideres sociales.

Militante del PRD de esa época han explicado como Piña Olaya, el entonces mandatario estatal, intervino en la vida interna de ese partido y les impuso como dirigente estatal perredista a Miguel Barbosa Huerta, el difunto exgobernador.

Fue el presidente neoliberal Carlos Salinas de Gortari quien le impuso a los priistas y a los poblanos a Manuel Bartlett Díaz, hijo de una familia tabasqueña que gobernó aquella entidad, pero se las arreglaron para hacerlo oriundo de Puebla.

Después de los servicios patrióticos al PRI con la “caída del sistema” electoral en las elecciones presidenciales de 1988, que le escamoteó el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, y con el peso de haber ido aspirante presidencial, gobernó Puebla con mano duro contra la oposición, de izquierda y de derecha.

En contraste, con la crisis interna del PRI de esa época que le cortaron el “dedo” a los presidentes de la república, en estados como Puebla los priistas empezaron a apropiarse de la designación de candidatos.

Así ocurrió en las respectivas nominaciones a la gubernatura de Melquiades Morales Flores y Mario Marín Torres, ambos con arraigo y liderazgo en la ciudad capital, la metrópoli y en resto del estado, que arrasaron en las urnas.

Pero en 2010 el PRI de Alejandro Armenta y Mario Marín optaron por postular a Javier López Zavala, y su origen chiapaneco (Pijijiapan) fue un factor negativo (FODA) aprovechado por la oposición, al extremo de invernarle hasta haber nacido en Guatemala.

Irónicamente fue gobernador del estado el difunto Rafael Moreno Valle, quien hizo su vida privada y profesional en CdMx y en el extranjero, pero alentado por su abuelo el General retirado y exgobernador Rafael Moreno Valle, empezó su ascenso en el gobierno de Morales Flores.

El “tamaño”, como el origen, el arraigo y liderazgo de los dos principales candidatos a la gubernatura, Alejandro Armenta Mier y Eduardo Rivera Pérez, si importan; son un factor en las intenciones del voto que se confirmarán en las urnas el 2 de junio.

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Face: Pablo Ruiz Meza

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