
En el lenguaje verbal, directo, así como el escenario donde Claudia Sheinbaum y el gabinete estuvieron en primer plano en el Zócalo, el mensaje presidencial tuvo destinatarios.
El mensaje lo reflejaron muy bien los titulares de las primeras planas de los principales diarios nacionales: “Quien robe o traicione al pueblo pagará las consecuencias”; “En la 4T no hay cabida para corrupción”; “La honestidad es la regla y quien robe irá ante la justicia” …
El primer mensaje simbólico no verbal fue prescindir de la presencia de los gobernadores de Morena en el templete principal para dirigirse a miles (400 mil) para exigir honestidad, honradez y contra el nepotismo.
Quedaron abajo, excluidos del escenario, los gobernadores. Cómo podía la presidenta desgañitarse en la arenga contra la corrupción, los ladrones (robateros) y la deshonestidad con figuras incómodas como Rubén Rocha, Américo Villarreal, Alfonso Durazo…

Retumbó en la segunda fila de asistentes la advertencia presidencial: “quien robe irá ante la justicia”; en ese corral de vallas parecida a una celda, fueron remitidos los coordinadores parlamentarios Adán Augusto López Hernández y Ricardo Monreal Ávila.
En ese tercer plano, encerrados, aparecieron también Andrés Manuel López Beltrán, Luisa María Alcalde, Manuel Velasco. Alejandro Esquer… los mismo del agravio de darle la espalda a la Sheinbaum aquel 9 de marzo.
El discurso contra la corrupción, el robo, la deshonestidad, nepotismo, lucro… fue un traje a la medida, con destinatarios con nombres y apellidos que protagonizaron el verano negro de lujos, dispendio y excesos exhibidos en el extranjero y en el país:
Andy López, Mario Delgado, Ricardo Monreal, Sergio Gutiérrez, “Dato protegido” y una larga fila de morenistas que se pasan por el arco del triunfo el llamado a la austeridad, a la no ostentación de lujos y riqueza, lo mismo en la federación que los estados.
“Quien robe o traicione al pueblo pagará las consecuencias”, fue el misil más potente y poderoso dirigido a la segunda fila del corral en el Zócalo de la ciudad de México.

En ese lugar, con la frescura que da el cinismo, estaba encerrado el senador exsecretario de Gobernación que como gobernador de Tabasco no oyó ni vio la actividad criminal de su amigo, cliente y correligionario Hernán Bermúdez Requena, líder de “La Barredoras”.
Era obvio que no sería posible que la presidenta se diera un tiro en el pie frente a cientos de miles al asociar la condena a la corrupción con el monstruoso robo multimillonario del huachicol fiscal.
Lo evitó porque en su calidad de máximo comandante de las fuerzas armadas no exhibiría a mandos y elementos de la Marina-Armada de México, de la Sedena y la GN en los ilícitos del robo en ductos y refinerías de Pemex, el contrabando y el tráfico para evadir al fisco, un daño de más de 600 mil millones de pesos contabilizados hasta la fecha.
Sheinbaum no iba a exponer la omisión voluntaria o involuntaria de Andrés Manuel López Obrador que empoderó a la delincuencia organizada e hizo de los recursos de Pemex el negocio millonario ilícito que lo corrompió todo; ni se comprometió a recuperar lo robado.
Ni fue necesario aludiera la presidenta el legado de AMLO y espetarle a la oposición que quisieran estuviera distanciada del político tabasqueño para dividir al movimiento de la 4T, pero ni falta que hace la oposición, es al interior de Morena y la 4T donde está el golpeteo.
Es inadmisible que siendo la presidenta con mayor popularidad le dieran un golpe bajo en la Cámara de Senadores con el agregado de la retroactividad de la ley de amparo, que no contenía la iniciativa presidencial, pero apareció un agregado como distractor tabasqueño.