Tocaron las campanas de las iglesias católicas a las 15 horas del martes 20 de junio en las colonias de 10 de Mayo y la México 68 de la ciudad capital, como ocurrió en los templos del resto del país.
El toque de las campanas fue al unísono al responder a la convocatoria de la Conferencia del Episcopado Mexicano para exigir justicia, a un año del asesinato de dos sacerdotes jesuitas.
El crimen múltiple ocurrió hace un año en Cerocahui, en la Sierra Tarahumara de Chihuahua, y entre las víctimas, además de los padres Javier Campos y Joaquín Mora ejecutados en el altar de la parroquia de San Francisco Javier, fueron ultimados el guía de turistas y un jugador de beisbol.
Los sacerdotes fueron asesinados por José Moriel Portillo, “El Chueco”, líder criminal del grupo delictivo “Gente Nueva”, quien posteriormente apareció asesinado por otra banda delictiva.
El 20 de junio en las homilías se recordó a los sacerdotes jesuitas, ´pero también pidieron por las más de 157 mil víctimas de la violencia en México, ocurridas de diciembre de 2018 a junio de 2023.
Pero parece que el redoblar de las campanas no fueron escuchadas en las cúspides del poder político que las ignoraron, como lo han hecho con los gritos de impotencia y de sufrimiento de más de 157 mil familias a quienes les han privado de la vida a un ser querido.
De acuerdo cifras oficiales, de esta horrenda cifra global en el país, han sido asesinados 5 mil 269 personas de 0 a 17 años de edad, es decir, niños, niñas y adolescentes.
De este total fueron clasificados mil 246 casos de feminicidios y homicidios dolosos de niñas y mujeres adolescentes, así como cuatro mil homicidios dolosos de hombres en ese rango de edad.
Es una tragedia nacional que parece no conmover a muchos y nos debe llamar a la reflexión porque no podemos permitir que ya se “normalice” enterarnos de que a diarios le arrebaten la vida a una persona, y sin que pase nada.
Al igual que en el resto de las entidades, en Puebla los homicidios dolosos siguen en aumento, los mismo que son ignorados por la autoridad, escondidos debajo de las alfombras de los discursos oficiales.
En el país matan a todo: clérigos, periodistas, activistas, indígenas, empresarios, comerciantes, choferes del transporte, legisladores, candidatos, médicos… y una interminable lista.
En Puebla se cumplirá un mes del asesinato del periodista de Tehuacán Marco Aurelio Ramírez Hernández, y la justicia no llega; sigue en la impunidad los autores materiales e intelectuales.
El problema se agravó en este sexenio que se vendió como el gobierno de la “esperanza” y la “transformación”.
Pero los resultados son iguales o peores no solo en materia de seguridad pública, también en salud, educación, medio ambiente, corrupción, opacidad, arte, cultura, ciencia… y una larga lista, también.
En este régimen de la cuarta transformación solo hay interés en cómo perpetuarse en el poder político, delirante, a costa de lo que sea, mientras son los ciudadanos que sufren las consecuencias de las graves omisiones de gobierno.