“El PRI extiende su mano para construir con las autoridades electas como el gobernador, Alejandro Armenta, para trabajar en todo lo que sea en beneficio de Puebla”. “Los tiempos electorales ya concluyeron y es momento de dar resultados a las y los poblanos”. Las frases son del líder estatal del tricolor y senador electo de la primera minoría, Néstor Camarillo.
Sin diputados locales y federales priistas, en la más dramática derrota electoral, como qué ofrece Camarillo en el estado, como si Morena y sus partidos aliados los necesitaran, cuando el priismo lo ha perdido todo, salvo contados municipios con 10 mil habitantes.
Bien dicen que la política es de cínicos, y con ese mensaje el
exdiputado local y presidente del CDE del PRI sigue con el juego preelectoral pactado con Morena.
Las declaraciones vertidas por el legislador federal priista sellan el capítulo del acuerdo de la simulación en el frente opositor con el PAN, PRD y PSI.
Ponerse a las órdenes del gobernador electo Alejandro Armenta, para “dar resultados a las y los poblanos”, entierra cualquier postura crítica como partido opositor, colocando al PRI a la altura de partidos satélite como el Panal, a ese nivel.
En su papel de enterrador del Revolucionario Institucional, el senador “indígena” se adhiere incondicionalmente al oficialismo, sin que reivindicara ninguna de sus propuestas electorales, aunque a decir verdad, nada planteó como abanderado opositor.
Para la democracia participativa y electoral son necesarios los partidos políticos críticos que sirven de contrapeso, lo que no necesariamente signifique estar en contra de todo como norma, sino para enriquecer la política, la democracia y la vida pública.
Con ese mensaje entreguista del senador electo, lo convierte en un empleado más del régimen y lo potencializa como uno de los votos que Morena necesita para lograr la mayoría absoluta en la Cámara alta.
Para el periodismo político especializado, el dirigente estatal del partido tricolor, como está ocurriendo en el ámbito nacional, deja de ser atractivo por lo desvergonzado de su actitud.
Los partidos políticos son entidades de interés público, y contribuyen al debate, razón suficiente para justificar el financiamiento público que reciben de las prerrogativas que establece la ley electoral, pero un partido palero defrauda a sus votantes y a la sociedad en general.
Para el gobierno en turno, la adhesión incondicional de un partido como el PRI sólo confirma que los priistas que dieron el giro histórico “a la izquierda” con Morena estaban en la ruta correcta para retomar el proyecto del nacionalismo revolucionario que perdió el PRI en la etapa neoliberal.
El otrora Partido Revolucionario Institucional, con la postura y actitud asumidas por los dirigentes estatal y nacional, se reduce a un referente como nuevo partido satélite, en detrimento de cuadros políticos experimentados que han preferido guardar silencio.
Dicho de manera coloquial: al PRI lo hemos perdido, deja de ser un interlocutor para convertirse en patiño del oficialismo en el estado.
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