El jefe del Ejecutivo federal Andrés Manuel López Obrador puso candidata presidencial, primero, y el programa de gobierno, después.
A diferencia de anteriores presidentes que en su último año de gobierno preferían el bajo perfil para no intervenir en el proceso electoral, el actual mandatario, es de facto el “Bukele” mexicano.
De manera abierta y directa, se convierte en el candidato presidencial para reelegirse a través de Claudia Sheinbaum Pardo, con el proyecto de 20 iniciativa de reformas.
La intención y el propósito de las iniciativas de ley es una abierta intromisión de AMLO en las elecciones presidenciales, de una manera maniquea, entre el “pueblo bueno” y los “conservadores”:
“A sólo unas horas de que el presidente Andrés Manuel López Obrador presentó su batería de 20 iniciativas de reforma, 18 de ellas constitucionales, admitió que todas ellas fueron presentadas porque México está frente a un año electoral en el que no sólo se definen cargos de elección popular, sino también proyectos de nación.
El presidente López Obrador informó que presentará, día a día, pormenores en torno a sus reformas. Todo ello con el objeto de que la ciudadanía esté informada y que no se preste a malas interpretaciones.
Con ello, dijo, el presidente, la población tomará una postura ya se a favor o en contra, pero informada. Sin embargo, el mandatario federal admitió también que estas 20 iniciativas fueron presentadas rumbo al final de su sexenio con un propósito electoral.
Porque hasta ahora se dieron las condiciones, y además, porque vienen las elecciones y el pueblo va a decidir, una elección no es nada más para ver qué candidato gana, ni es sólo para ver qué partido o qué alianza, qué coalición gana, una elección es también para definir un proyecto de nación. Y eso considero es lo más importante”, publica la agencia Infobae, al referirse a la conferencia de prensa mañanera.
A diferencia de sus antecesores que se mantuvieron al margen de la elección presidencial, con Carlos Salinas de Gortari, en su rancho “La Guajolota” en Agualeguas, Nuevo León; o Enrique Peña Nieto, recluido en Los Pinos; en este caso el presidente no se irá a “La Chingada”, a su rancho en Palenque, Chiapas.
Y no solo no se irá, estará de manera abierta haciendo campaña por su “proyectos de nación” con las 20 reformas, 18 de ellas constitucionales, que la abanderada presidencial de Morena -causalmente-, Sheinbaum, las integra como parte de su propuesta de gobierno, como lo anunció.
Si la intervención abierta en las elecciones presidenciales la hubieran anunciado en su momenrto Vicente Fox o Ernesto Zedillo, la llamada “izquierda” electorera obradorista hubiera acudido a tribunales internacionales contra la intentona reeleccionista, con bloqueos en la avenida Reforma, en CdMx.
Nadie debería de sorprenderse de la puesta en marcha de la maquinaria electoral del oficialismo, de la aplanadora de una elección de Estado, que supera todo lo hecho por el viejo PRI en México, pero que ahora con Morena, renace con un nuevo esplendor de la 4T: el maximato callista.
Las recientes encuestas no pagadas por Morena le dan un mayor margen de triunfo en las elecciones presidenciales, es difícil en este momento calcular si les alcanzará para obtener las dos terceras partes en las cámaras federales, pero van con todo para avasallar, a cualquier precio.
Morena y la 4T siguen comprando conciencias en estados, municipios y distritos electorales; y ha encontrado en el PRI a los más vendibles, como ocurre en Puebla, y se generaliza en todo el país; después vendrán las restas de indeseables.
Lo promisorio que se esperaba del movimiento obradorista que logró en la historia del país ser el candidato presidencial más votado en el 2018, con una constante de popularidad en el transcurso del sexenio, termina en una continuidad intervencionista en el proceso electoral, para instaurar al maximato del Siglo XXI.
El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ganó la reelección con más del 85% de los votos y arrasó con casi la totalidad del Congreso.
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