Para la pintora y escritora poblana Margarita Aragón Tapia, el arte es liberador. Pintora de caballete, egresada del Instituto de Bellas Artes, incursiona también en el grabado que aprendió del maestro Osorio Ramírez.
Tataranieta del General del Ejército de Oriente, Santiago Tapia, Margarita es de las artistas de la escuela de la pintura del Siglo XX en Puebla.
Alumna del pintor José Márquez Figueroa, fundador del Barrio del Artista, viajó a París en los ochenta donde radicó seis años.
Estudio al lado del maestro Jean Claude Reynaud, asistió a clases de arte en el Museo del Louvre y montó exposiciones en Grand Palais y en MontMartre, junto con grandes artistas.
De la pintura al óleo y el grabado, la sensibilidad por el entorno familiar, social y histórico, la motivó a escribir cinco libros, el más importante, la biografía del pintor José Márquez Figueroa.
Pero también plasmó con la escritura vivencias familiares, datos históricos de la familia Serdán y los mexicas, temas religiosos como la monja María de Jesús de Tomlin, entre otros.
En su casa del Centro Histórico de Puebla, Aragón Tapia reflexiona sobre la importancia del arte en estos momentos del México con tantos problemas de delincuencia.
Considera que se debe promover el arte entre niños y jóvenes para que expongan todo su potencial, porque el arte es liberador: mente, espíritu; todo, va para afuera.
Margarita Aragón Tapia, lo describe en primera persona, para regionalpuebla.com.mx
EMPECÉ A DIBUJAR CON MI MAMÁ
Viví con mi familia en una casa un poco grande, en el Barrio de Analco, en la 3 Oriente, fue muy agradable; después hubo otras casas, aquí en el centro (de la ciudad de Puebla), donde vivió Angelina Bruschetta, la primera musa de Agustín Lara. Ahí viví un tiempo con mis hermanos.
He de ver tenido como 18 años cuando ingresé al Instituto de Bellas Artes; cursábamos diferentes materias, era el ambiente muy bonito porque también había señoras que sin cursar todas las materias de los estudiantes, podían tomar clases aisladas.
En realidad, el artista no necesita de títulos, entonces ¿qué sería si se hubiera titulado Diego Rivera o Van Gogh?, no necesitamos títulos.
El arte es como se siente y es el ejercitarse constantemente hasta tener el logro, el chispazo que uno quiere en el color o en la forma; no es copiar al otro, no es imitar a nadie, es lo que sale del fondo, porque en realidad el ser humano debe de sacar su potencial.
A eso están obligados todos los jóvenes, a eso se debe impulsar los niños, y nos libraríamos de delincuencias y de tantas historias que se están viviendo; no se están ocupando del potencial del individuo, lo que es una lástima; si usted saca su potencial y plasma lo que quiere, ¡usted es feliz!
JOSÉ MÁRQUEZ, LA ESCUELA DE PINTORES DEL SIGLO XX
Puebla es hermosa, y el maestro (José Márquez Figueroa) nos enseñó a apreciar la arquitectura tan bella que tiene, desgraciadamente en mucho destruida, no se ha sabido apreciar.
Y los paisajes de los árboles, de todo; nos citaban los domingos muy temprano y entonces ya ahí estábamos sentados rodeados de la chiquillería, lo que era muy agradable, porque empezaban a calificarlos.
Para pintar en Puebla, siempre las vecindades fueron muy agradables: la chiquillería, el ir y venir de la gente, esto se ha terminado; ahora son condominios.
La gente se ha ido del Centro Histórico; tenía el centro un ambiente espectacular, había gente elegante por todas partes, en el centro, y sus vecindades fueron únicas; ese ambiente y sobre todo… las posadas, que fue de verdad la alegría de vivir.
De por sí el mexicano tiene mucho, lleva adentro la alegría de vivir; ahorita un poco opacada, pero la tiene que recuperar, y pues sus fiestas patronales son sensacionales, aquí todo el tiempo bullanguero.
Mi maestro José Márquez Figueroa pertenece a la generación de los artistas de la escuela de la pintura del siglo XX en Puebla, de la que formé parte como pintora.
Primero que nada, aprecié la paciencia el maestro Márquez. Siempre llegábamos diciéndole que ojalá tuviera ese día paciencia con nosotros, le daba risa y se sentaba a dibujar.
Su hermano nos llevaba afuera, a los mares, a las montañas y él se limitó a la ciudad, pero siempre corrigiendo con cierta disciplina; nos enseñó la disciplina y la limpieza en el trabajo, y el amor intenso al arte. Él fue muy entregado, entregó toda su vida a su obra.
Estuve muchos años con el maestro Márquez Figueroa en el Barrio del Artista, porque él lo creó; pero una vez que salimos de ahí me desconecté de ello. Y de hecho, ya los grandes pintores que hubo ahí, ya la mayoría falleció.
Había uno que pintaba rosas muy, muy esfumadas, muy bellas, el señor Serrano; estaba el señor García que pintaba payasos, tenían un logro esas gentes, tenían un tema que invitaba a ver.
Y ahora, creo, porque no he ido al Barrio del Artista, se copian unos a otros.
El maestro José Márquez Figueroa fue una persona muy decente y no se ha valorado su legado por falta de conocimiento.
PARÍS: DEL LOUVRE, EL GRAND PALAIS Y MONTMARTRE
Después, cuando viajé y me fui a otro país, fueron como emociones; entonces el plasmar por ejemplo una golondrina que va haciendo su inmigración, que estuvo expuesta en el Grand Palais junto a grandes artistas, tuve esa suerte, muy grandes artistas -no me volverá a pasar, yo creo-.
Fue una transmisión del espíritu, porque ya lo demás fue como la apreciación el gusto por, y ya después, fue como una cosa que salió muy del interior.
Estuve en el Museo del Louvre, tenían clases de arte, y estuve con el maestro Jean Claude Reynaud, muy buen grabador; y luego nos llevaba también los domingos al paisaje, pero yo estaba acostumbrada al paisaje urbano de las casonas viejas de Puebla, los jardínes, y de repente él nos lanza a hacer enredaderas, flores…
Allá es muy agradable porque se baja uno los puentes y hay muchísimo paisaje del Río Sena, de las iglesias… es una belleza.
Fue muy muy agradable, el maestro era muy competente, después tuve exposiciones muy especiales, tuve tres individuales, ya todas las demás son colectivas: una de ellas en la Casa de México (en París).
Fuimos en grupo, en la Casa del último de los Bohemios. Se formó un grupo, ahí en MontMartre, de todos los grandes pintores que fueron Claude Monet, Edouard Manet… que empezaron toda la nueva época.
Además, en la galería Jean Paul monté una exposición de acuarelas.
Y entonces llegó una amiga a la que yo le había dejado a guardar unos amates, porque había dado clase en su grupo a unos chiquillos, y llega y me dan los amates; los ve la dueña de la galería y me dice: porqué no me dijiste esto desde el principio, ahora me vas a descolgar todo eso y vas a poner los amantes, y me dije ¡ay, qué bueno!, y los monté.
Estuve en París en los ochenta, de 1981 a 1986.
Después me invitaron al Grand Palais, y uno llega a una exposición, participa y llegan los directivos de otro grupo y lo invitan a uno, y así se forma una cadena. Después ya puede uno nomás mandar la obra y ellos se la llevan. Pero como en todo, hay ciertos desentendimientos, y a veces una gran amistad.
CINCO LIBROS, LA OTRA FACETA
Pues a la vez sí es lo mismo, ser pintora y escritora, porque soy una persona de humores ¿no?; ahorita, ¡ay!, bajo corriendo porque tengo algo qué plasmar o tengo algo qué escribir, entonces según el humor, eso es lo malo o lo bueno, no sé.
El primer libro fue la biografía de mi maestro, eso me urgía, porque veía yo como que lo querían hacer a un lado; él que creó El Barrio del Artista, el que hizo mucho por Puebla, ahora es un referente.
El maestro José Márquez fue una persona muy decente y no se ha valorado su legado por falta de conocimiento, por falta de instrucción.
Otro libro fue sobre los símbolos mexicas porque a mí me fascina tanto la arqueología; tomé un curso con él con el dedo chiquito de León Portilla, un francés, aquí en Puebla. Pero la lectura fue un reto que tuve en París.
Ahí tomé muchas notas, y entonces uno no se da cuenta, pero el tema lo atrapa, te atrapa: ven pa’ca, y entonces descubro que era algo apasionante, entonces me seguí escribiendo.
Tenía una amiga en el Museo de Louvre que trabajaba en la biblioteca y un día me dijo: oye, encontré unas notas da un soldado francés que estuvo en la intervención y sacó mucho sobre los símbolos de ustedes, y le dije, ¡a ver!; desgraciadamente ese se quedó allá, pero saqué mucha nota y publiqué el libro.
Después de ese libro siguieron tres historias una de un gato que quise mucho, mi primer gatito, murió muy pequeño.
La de una monja que -todo va en el mismo libro- es un referente en Puebla, que no se le ha dado también toda la importancia, como el caso de María de Jesús de Tomlin.
Es su historia y la recreo un poco junto con lo que nos contaba mi abuelita, porque ella siempre hablaba de esa monja.
Hubo otro, sobre los símbolos poblanos sobre las iglesias; creo que nadie se detiene a ver por qué está ese símbolo. Por ejemplo, tiene usted la iglesia de La Merced, tiene un escudo, pero nadie sabe que ese escudo es del Rey de Aragón, ¿y por qué tiene esas cinco barras?:
Porque ya iba herido, y cae en un foso, y se resbala; dejó la sangre ahí plasmada y de ahí sacan el escudo. Y así por el estilo Puebla tiene una riqueza tremenda en símbolos y leyendas.
Otro libro fue de leyendas de Puebla. Otro fue sobre los hermanos Serdán; porque los siento auténticos, no tenían por qué meterse en la revolución, y se metieron, que les costó la vida, y dejan un ejemplo tremendo invaluable de su amor por Puebla, de su amor por México, de su amor por la gente, entonces me gustó mucho el tema.
La historia de los hermanos Serdán tienen mucho todavía que ofrecer, tan solo como ejemplo; ya nadie da la vida por la patria.
PRODUCCIÓN ARTÍSTICA
Estoy haciendo grabado, porque eso también lo aprendí en la academia, con el maestro Ramírez Osorio, entonces también alterno mis técnicas; un día es grabado, otro paisaje al óleo, otro día es una idea, entonces van alternando, el otro día es acuarela, me salgo a la calle. o con plumones, es muy bonito el plumón
La verdad no me entrego porque tengo mucho que hacer, es en la noche cuando ya todo está en silencio que saco algún bosquejo y empiezo a trabajar
Tengo diplomas; últimamente tengo dos, la que nos dio la maestra, esta gran historiadora de México, Patricia Galeana, en Museo de la Mujer en México; tengo de allá de Francia tres diplomas también de participaciones y todo, y aquí de la Casa de la Cultura fue por mi libro, son como cinco a seis reconocimientos.
Yo digo que deben de atreverse a incursionar en el arte, porque como le decía al principio, el ser humano tiene la obligación de desarrollar todo su potencial; no desarrollamos ni la mitad, la mitad del cerebro se queda dormido, y se queda en preocupaciones, se queda en la vida cotidiana, pero tenemos muchos más.
- El arte nos libera de alguna manera, se le preguntó al final.
- Es liberador, totalmente: mente, espíritu; todo, va para afuera. Respondió.
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