¿Qué tienen en común el emblemático personaje don Ramón, el reguetonero Bad Bunny, la Torre Residencial Mítikah y el Tren Maya? Para Carla Escoffié, ejemplifican la falta vivienda y movilidad. La autora del libro País sin techo empleó estos referentes cotidianos para ilustrar cómo en México se obstaculiza progresivamente el derecho a la vivienda y a la ciudad con acciones como el despojo, la gentrificación y el desplazamiento forzado.
Este libro fue presentado en la Ibero Puebla en el marco de su 40 aniversario y los 30 años de vida de la Licenciatura en Arquitectura.
Para el director del Departamento de Arte, Diseño y Arquitectura, Xavier Recio, este texto es “un eco importante con la utopía que seguimos como Universidad de encontrar espacios cada vez más habitables y menos polarizados”.
Lorena Cabrera, coordinadora de la Especialidad en Gestión Integral del Riesgo, expuso cómo el derecho a la vivienda tampoco es una garantía en Puebla, y es gracias a conceptos tan “manoseados” como la gentrificación que “nos llevan a reflexionar sobre nuestras propias necesidades, conocimientos y también nuestros prejuicios”.
La coordinadora apuntó que “una vivienda no es solo una casa. Cuando se habla del derecho de las personas de tener una casa, se habla más bien de disponer de opciones diversas para acceder a cualquier modalidad que nos evite vivir en situación de calle, pero en realidad se habla de las distintas modalidades que hay de acceder a un hogar”, por lo que su garantía es fundamental.
UN LIBRO COLECTIVO
En la presentación estuvo presente la autora, Carla Escoffié, que compartió con la Comunidad Universitaria el proceso de colectividad y colaboración en red con el que realizó País sin techo, que también refleja una de sus convicciones políticas: “Yo no creo en individualidades que no sean colectivas. Por supuesto que creo que hay una parte de lo que somos en lo que hacemos, pero que también es colectiva”.
Los cinco casos que Escoffié aborda en su libro denuncian los estragos e injusticias que hay detrás de la urbanización desmedida y la gentrificación: comienza en Mérida, donde la especulación inmobiliaria priva de oportunidades a las y los yucatecos.
Sigue hacia San Francisco Campeche, donde se vive una lucha constante con los megaproyectos y el desalojo que estos provocaron en la ciudad.
El tercer capítulo se sitúa en la Ciudad de México y los desafíos asociados al arrendamiento de vivienda, pues las rentas en la capital del país exceden el salario mínimo.
La discriminación también es una problemática latente: en el cuarto capítulo, la escritora expone cómo la comunidad LGBT+ se enfrenta a prejuicios y estigmas al buscar un hogar.
El quinto y último capítulo aborda la relación entre el derecho a la vivienda y el derecho a la ciudad, centrado en el área metropolitana de Monterrey, Nuevo León.
La autora propone proyectos de redensificación de estas ciudades para que puedan garantizar el acceso a servicios básicos en todas sus latitudes.
Si bien el libro condensa casos emblemáticos en el país, la autora invitó al auditorio a pensar en un capítulo que aborde las problemáticas de vivienda y movilidad que persisten en sus entornos, pues “no son todas las problemáticas de vivienda, no son todas las ciudades, ni todas las historias. Les comento esto para desatar conversación, sobre todo”.