Con una tragedia en el puerto de Acapulco, en sus colonias y en municipios pobres de la zona, con un saldo muy preliminar de 27 muertos, para el presidente Andrés Manuel López Obrador, lo importante fue su popularidad. Si no lo conmueven los 169 mil homicidios dolosos cometidos en lo que va de su sexenio, lo monumental de la catástrofe causada por el huracán Otis, lo tiene ocupado en su aprobación mundial como mandatario de esta nación.
Mientras tanto cientos de miles de familias, turistas y empresarios seguían sin electricidad, sin agua, incomunicados, con el miedo de la rapiña y los saqueos a comercios y negocios en la ciudad porteña.
Siguen aisladas cientos de poblaciones porque están bloqueados caminos y carreteras, caídos toda la red de electricidad y agua, con poco avance en la recuperación de las comunicaciones como la telefónica y el servicio de internet.
Desde la madrugada del martes 25 de octubre que azotó con furia el huracán que en menor de tres horas devastó todo lo que se encontró a su paso, una tragedia para los guerrerenses.
Pero más allá de los graves daños a la infraestructura holetera, de negocios, carretera y telecomunicaciones, el desastre humano y su magnitud está por conocerse en las colonias pobres de Acapulco, así como en comunidades y municipios aledaños al puerto.
Pasaron más de 24 horas del embate del huracán, sin que se haya aplicado un plan de evacuación preventivo para proteger a la población, hubo un total abandono de las autoridades federales y locales.
El gobierno no emitió el estado de emergencia más de 24 horas posteriores, con dificultad podrá documentar la declaratoria de desastre; impero la falta de coordinación federal y la incompetencia de la federación y el gobierno estatal.
Fueron horas de incomunicación de los gobiernos locales, del propio presidente Andrés Manuel López Obrador haciendo periplos parta llegar por tierra, pero atrapado en el atasco en un vehículo milira.
Las fuerzas armadas se vieron limitadas en sus acciones de respuesta, fue tardía e insuficiente la llegada de los cuerpos de auxilio, y a cuentagotas se implementó el Plan D-N-III, así como las labores de cuadrillas para limpiar carretera de acceso solo al puerto, pero cientos de caminos interestatales estaban destruidos y bloqueados.
Todavía falta mucho para conocer un balance global de la tragedia humana, no llegaba la ayuda de víveres y maquinaria, y no hay un mínimo cálculo federal de magnitud de las pérdidas humanas y económicas, para pensar en un plan de reconstrucción.
Fueron los empresarios agrupados en el consejo nacional empresarial turístico los que lamentaron que en el 2020 se haya eliminado el fondo de desastres naturales.
La desaparición del Fondo Nacional Contra Desastres por este gobierno en el 2020, motivó un debate entre los senadores.
La Secretaría de Hacienda aclaró existe un fondo de 18 mil mdp en caso de desastres, una línea presupuestal de 10 mil mdp y cinco mil mdp más en seguros catastróficos.
Pero nadie sabe hoy si serán suficientes, pero lo urgente es la ayuda a la población, sin que el gobierno implementara un plan de ayuda, convirtiéndose todo en un caos.
Con un puerto de acapulco hecho pedazos, con afectaciones en colonia y municipios, falta por conocerse los detalles de la magnitud de tragedia por el Huarcán Otis, y de ese tamaño será el reto de la reconstrucción a futuro.
Pero en medio de la tragedia, lo importante para el presidente López Obrador es su popularidad como según mandatario mejor calificado en el mundo.