REPORTAJE

Líderes de Reforma Universitaria, más que camaradas, formadores de conciencia

Ambrosio Guzmán y José Luis Naval relatan el movimiento estudiantil

Sentado en la sala de su casa, rodeado de su obra pictórica en la que se aprecia su pensamiento ideológico, el maestro José Luis Naval recuerda el final de la década de los 50 del siglo pasado, años en los que la efervescencia de la juventud exaltaba con ímpetu los ideales liberales que dieron origen al poderoso movimiento estudiantil que permitió la Reforma Universitaria y la democratización de la educación.

Junto a su amigo, el arquitecto Ambrosio Guzmán Álvarez, las palabras camarada y compañero cobran otra dimensión. La memoria se traslada a 1959, cuando siendo jóvenes se llenaron con entusiasmo de las glorias que vivían los cubanos, quienes libraban su propia lucha, una revolución, encabezada por Fidel Castro.

Para iniciar con el relato de una visión personal sobre lo que pasó en esos años en Puebla y sobre todo en la Universidad Autónoma de Puebla, es necesario definir cuál era el contexto, advierte José Luis Naval, quien recuerda a la sociedad poblana de la primera mitad del siglo XX extremadamente religiosa, donde se vivía una atmósfera de fanatismo religioso que podía asfixiar. La Iglesia tenía el control de la educación a pesar de que la universidad era autónoma, donde los Fúas, el Opus Dei y los Caballeros de Colón tenían una injerencia irrefutable, señala.

“En Semana Santa, por ejemplo, desde el lunes las mujeres vestían de negro porque estaban de luto. Cuando era niño me gustaba, pero porque mi madre era excelente cocinera y como en esos días nadie salía, todo estaba cerrado, ella preparaba verdaderos banquetes, en los que me deleitaba de las bondades de la cocina poblana, pero sólo por eso me gustaba”.

Al transcurrir los años, el maestro José Luis Naval recuerda aquel octubre de 1957 cuando sucede algo increíble hasta ese momento: Rusia lanzaba por primera vez a la órbita el primer satélite (Sputnik), lo que significó no sólo un avance para la ciencia, sino un impacto a nivel político y social. Dos años más tarde, en Cuba, Fidel Castro derrocaba al gobierno de Batista, un hecho que influyó poderosamente en Latinoamérica y sobre todo en México.

“En esa época, en medio de una sociedad poblana adoctrinada por la Iglesia y por los grupos de españoles y libaneses asentados en Puebla, además del control político que tenía la dictadura avilacamachista, tener ideas liberales y una solidaridad por la lucha cubana fue determinante”.

Es así como en Puebla, dominada por las ideas de la derecha y ultraderecha, los acontecimientos externos, como la Revolución cubana, cobran fuerza y dan cabida a las demandas de estudiantes que condenaron la invasión de Bahía de Cochinos, en Cuba, por parte de fuerzas estadounidenses, y pugnaron por un cambio de paradigmas en la educación, en la cual la razón estaba dominada por la fe y no por el conocimiento crítico.

“Una de las características del conocimiento en esa época era la memorización, tal y como se hacía en las oraciones. En periodo de exámenes se hacían misas para que estudiantes universitarios pudieran pedirle a Dios que les ayudara, cuando no habían estudiado en todo el año”.

En este recuento no escapa el nombre de Enrique Cabrera Barroso, un estudiante de Ingeniería, originario de Zacatlán, con quien José Luis Naval y Ambrosio Guzmán establecieron una relación estrecha gracias a la coincidencia en ideas y anhelos. Camaradas de partido y compañeros de lucha, reconocen en Enrique Cabrera al principal líder de la Reforma Universitaria. A ese grupo de jóvenes, rebeldes y cultos, también se sumaba Zito Vera Márquez y Antonio Pérez y Pérez, estudiantes de Medicina.

 “El 17 abril de 1961, tras la invasión de Estados Unidos a Bahía de Cochinos, los universitarios salen a las calles a protestar. En el balcón de la esquina de la 3 Oriente y 4 Sur se puso un altavoz grande, donde se escuchaba: “Desde la tribuna trinchera del pensamiento libre, los universitarios…” Así inicia todo, ese día los estudiantes se manifestaron, pero el rector y su consejo toman el acuerdo de cerrar la universidad hasta que se calmaran los ánimos”.

Después de la protesta, recuerda, se convoca a una reunión y ahí Antonio Pérez y Pérez plantea la necesidad de una Reforma Universitaria, lo que fue apoyado de inmediato por Enrique Cabrera y Zito Vera, quienes conocían a fondo los problemas que enfrentaba la universidad como institución educativa, ya que fueron estudiantes de la UAP desde la preparatoria.

El 1 de mayo de 1961, Enrique Cabrera toca las puertas del Carolino y acompañado de los estudiantes y demás líderes toman la universidad, es un día de lucha. Desconocen al rector Armando Guerra y recorren los pasillos disfrazados con las togas de los miembros colegiados, en rechazo a la simulación y la influencia del clero dentro de la Universidad. Lo que siguió fueron años de cruenta pelea entre Carolinos y Fúas (miembros del Frente Universitario Anticomunista) que dejó tras de sí muertos, así como la propia Reforma Universitaria.

Las embestidas no sólo fueron por parte de los grupos de ultraderecha, la prensa también se sumó, en especial El Sol de Puebla y La Voz. “Para hacer contrapeso Zito Vera creó un periódico independiente llamado La Sombrilla, el lema era: para una cadena de soles, dos cadenas de sombrillas”, refiere Ambrosio Guzmán.

Aquel movimiento estudiantil fue posible gracias a diversos factores, uno de ellos la solidaridad de los líderes estudiantiles, quienes contaron con el apoyo del astrónomo y entonces líder del partido comunista, Luis Rivera Terrazas.

“En eso de la solidaridad era increíble Enrique Cabrera, él proviene de una familia de Zacatlán. Su tío era un médico muy reconocido no sólo por su profesión, sino por ser cercano al general Lázaro Cárdenas, quien también apoyaba la Revolución cubana. A principios de 1960 entramos al partido comunista, el cual dirigía el astrónomo Luis Rivera Terrazas, quien siempre fue un verdadero intelectual, pero sobre todo un gran maestro”, menciona Luis Naval.

LA MUERTE DE UN AMIGO Y CAMARADA

Los recuerdos van más allá y el asesinato de Cabrera Barroso es un hecho que aún lo viven con coraje e impotencia, lo mismo que el de Joel Arriaga. El arquitecto Ambrosio Guzmán mira entonces el techo, toma aire mientras las yemas de sus dedos se rosan y tiemblan. Rememora cómo tras el asesinato de Joel Arriaga, el consejo tomó el acuerdo de resguardarse ante el peligro que corrían, sobre todo los líderes del movimiento.

“A Enrique Cabrera le tocó irse a Oaxaca, pero en diciembre, ese día, iba en mi vehículo sobre lo que ahora es la avenida Juan de Palafox, cerca de lo que era la estación de autobuses ADO. Fue entonces cuando lo vi”.

—¿Qué haces aquí gordo?, súbete, te llevo.

—Se me acabó el dinero, además vengo por ropa —respondió Enrique Cabrera mientras se subía al auto.

“Lo llevé al centro, al sanatorio de su papá, pero el doctor Cabrera ya había salido para su casa, así que nos dirigimos hacia allá. Él vivía en El Cerrito, atrás de donde ahora está Plaza Cristal, pero a una cuadra de su casa di una vuelta y me topé con obras de drenaje, así que no pude pasar con el auto, entonces Enrique decidió bajarse y caminar, estaba a menos de media cuadra. Me fui de ahí viéndolo, lo que no sabía es que ya lo estaban esperando y que lo asesinarían unos pasos más adelante. Después el camarada René Méndez me llamó para avisarme lo que había pasado.”

Ambrosio Guzmán entró a estudiar en 1956 a la preparatoria Benito Juárez de la UAP, después ingresó en la carrera de Arquitectura. Él, al igual que el maestro Luis Naval, vivieron de cerca los hechos que permitieron la Reforma Universitaria y fueron parte de esas manifestaciones y choques violentos con los Fúas, con los del Benavente e incluso con los miembros del clero y la seguridad del Estado.

No hay nada de qué arrepentirse, la Reforma Universitaria es un hecho cultural, social y político muy importante, que cambió el rumbo y la historia del estado. Luis Naval y Ambrosio Guzmán reconocen en las figuras de Enrique Cabrera Barroso, Zito Vera y Antonio Pérez y Pérez camaradas y compañeros. “Van más allá, fueron amigos y nos formaron para ser lo que somos”.