Hace 60 años, un 17 de abril, un contingente de estudiantes se manifestó en el zócalo capitalino en apoyo a Cuba, luego de la invasión estadounidense a Bahía de Cochinos. Aunque reducida en sus orígenes, pues eran cerca de una veintena de jóvenes, esta movilización fue el inicio de una prolongada lucha de grupos antagónicos que se disputaron el control de la Universidad y sus proyectos.
Los frutos de esta lucha se plasmaron en una nueva Ley Orgánica aprobada por el Congreso local en 1963 (https://bit.ly/3goMS6g), que definió un rumbo para la Institución: autonomía para organizar su propio gobierno y entre sus tareas, además de la docencia, se estableció la investigación científica y humanística orientada a los problemas sociales del estado y el país.
De acuerdo con el historiador, aunque esta lucha tuvo demandas estudiantiles, no fue un movimiento estudiantil, sino universitario y social, pues involucró a grandes sectores de la población: el 4 de junio la jerarquía católica pudo congregar en contra de los “comunistas” a más de 100 mil fieles, procedentes del interior del estado, la ciudad y la República Mexicana.
Márquez Carrillo, doctor en Educación, considera que la Reforma Universitaria es un proceso social, con diversas manifestaciones en el tiempo.
En la opinión del autor de más de una docena de libros sobre la historia cultural, social y política de Puebla, miembro del Sistema Nacional de Investigadores, el 24 julio de 1961 se estableció una Ley Orgánica que garantizó libertad de expresión y reunión de los estudiantes, desapareció al Consejo de Honor e instauró un Consejo de Gobierno, pero si bien cumplía con la expectativa del movimiento liberal, suceden grandes protestas y esta ley se deroga.
Así, los frutos de la lucha iniciada el 17 de abril de 1961 se darían luego de casi tres años de conflicto, el 21 de febrero de 1963, cuando el Congreso local aprobó la esperada Ley Orgánica.
“En ella se señalaba que además de la docencia, también estaba dentro de los fines de la Universidad realizar la investigación científica y humanística, principalmente en relación con los problemas estatales y nacionales; y difundir, con la mayor amplitud, los beneficios de la cultura (art. 1). De igual modo, se otorgaba la más amplia autonomía y libertad para organizar su propio gobierno (art.2), y la docencia se regía por los principios establecidos en el artículo tercero Constitucional, pero los ampliaba hacia la democracia y la libertad”.
Jesús Márquez Carrillo considera que hay tres momentos o procesos de Reforma Universitaria: el primero, del movimiento liberal, que va de 1958 a1965; el segundo, de 1972 a finales de los 80, cuyo proyecto apuntó hacia una Universidad democrática, crítica y popular; y el tercero, a principios de los 90, vinculado con los procesos de modernización neoliberal, cuando las instituciones de educación superior en el país atienden los tratados internacionales y las orientaciones de organismos multilaterales, como el Banco Mundial, la UNESCO y la OCDE.
“En síntesis, la ley de 1963 recogió el espíritu liberal por el que venían luchando varios grupos de universitarios desde 1958. En especial, es de señalar la independencia de las organizaciones estudiantiles y su sentido democrático”.
El movimiento de Reforma Universitaria que inició en 1961 y culminó en 1963 dio pie a una modernización política y de la enseñanza de las ciencias sociales y las humanidades; así también a una institución más comprometida con la sociedad y sus problemas. Sobre la base de otorgarle plena autonomía, la Universidad Autónoma de Puebla se inscribiría en el pensamiento crítico, y los principios de libertad de cátedra y de investigación adquirirían nuevos rumbos, refiere el investigador.